Estos son:
-Nietzsche: Según Nietzsche la civilización occidental es socrático-platónica-cristiana. Está asentada sobre la metafísica socrático-platónica y sobre el cristianismo y la moral que éste engendra.
Si algo caracteriza, por tanto, a la civilización (tradición) occidental es que ha trastocado la vida, es hostil a ella, la odia.
La crítica de Nietzsche a la tradición occidental se dirige fundamentalmente en tres frentes:
1. La crítica a la metafísica socrático-platónica: La metafísica tradicional se asienta sobre un error: considerar que los valores de las cosas no están en ellas (en la vida) sino en un mundo ultraterreno de esencias.
2. La crítica al cristianismo: El otro gran pilar de la civilización occidental es la afirmación de la existencia de Dios. Y ésta se ha concretado en Occidente en el cristianismo. Nietzsche piensa que el concepto de Dios ha sido hasta ahora la objeción mayor contra la existencia. Con Dios se declara la guerra a la vida, a la naturaleza y a la voluntad de vivir. Dios es la fórmula de toda calumnia contra este mundo y de toda mentira respecto al más allá.
3. La crítica a la moral occidental: El fruto más granado de la metafísica socrático-platónica y del cristianismo es lo que Nietzsche denominará la moral de los esclavos. La moral de los esclavos es la moral del rebaño, la negadora de la vida. Hay que transmutar la moral y los valores que defiende para que nazca un nuevo tipo de hombre. Hace falta ir más allá del bien y del mal. Crear unos nuevos valores y una nueva moral en la que la vida sea el valor fundamental.
Tres son las ideas de su propuesta. Ideas íntimamente relacionadas entre sí y que no pueden entenderse aisladamente; aunque a la hora de explicarlas tengamos que separarlas:
1. La voluntad de poder: El nihilismo (activo) nos lleva a patentizar la auténtica realidad del mundo y de la vida. El devenir constante, la afirmación de la vida. A esto llama Nietzsche voluntad de poder. Es, al fin y al cabo, la expresión de la instintividad de la vida; la vuelta a las actitudes dionisíacas. Instintividad que se expresa en el fondo del individuo como superación continua de sí mismo y que se manifiesta en cada una de sus máscaras como egoísmo, como voluntad de ser señor.
2. El eterno retorno: Si la vida, que es puramente material, terrestre, se reduce a voluntad de poder, y ésta no es más que la primacía del instinto, se comprende que todo se mida en clave de placer y que las ansias de inmortalidad que tiene todo ser humano en su interior, y que Nietzsche percibía con angustiosa exigencia, se vislumbren también en el placer.
3. El superhombre: Nietzsche reclama una realidad guiada por un hombre "irracional": voluntad de poder. Un hombre en el que se hayan superado todos los errores de Occidente. Un hombre sin Dios. Un hombre que asuma la vida en toda su fuerza. Un hombre que ame la vida, que sea pura instintividad. Por eso este nuevo modelo humano está más allá del hombre occidental y sólo será posible cuando la civilización que está por venir se haga real.
-Ortega y Gasset: Lo más interesante en el pensamiento de Ortega es su fase final: el raciovitalismo.
El raciovitalismo afirma que la realidad -y dentro de ésta la vida como su faceta más significativa- es previa al pensamiento. El pensamiento viene después y debe abordar esa realidad -y esa vida- que le son preexistentes.
Dentro de la realidad, previa a cualquier reflexión filosófica, Ortega se interesa por la vida, esa es la "realidad radical".
Esta vida no es cualquier clase de vida. Para ser vida auténticamente humana ha de cumplir una serie de condiciones: la vida humana es la de cada cual, es vida personal; por ser personal, lleva al hombre a hacer siempre algo en una determinada circunstancia; ésta nos presenta distintas posibilidades de hacer y de ser que añaden al concepto de vida la nota de la libertad.
Y por último, la vida es intransferible, de modo que mi vida es una ineludible responsabilidad mía.
Así, la vida humana se diferencia de cualquier otro tipo de vida mediante la razón. La razón es la que le ha hecho ser consciente de sus potencialidades y, en consecuencia, pervivir.
Pero la razón, el pensamiento, no es algo dado sino algo que el hombre ha tenido que adquirir, conseguir. Y lo ha adquirido porque se ha hecho consciente de lo que le falta. Ha descubierto que ignora mucho sobre sí mismo y sobre la realidad en la que vive.
El pensamiento del hombre se manifiesta en ideas. Éstas son las coordenadas con las que el hombre se orienta en el mundo y con las que pretende solucionar su necesidad radical de conocimiento y cualquier otra necesidad que se le presente.
Dentro de las ideas hay que distinguir entre ideas y creencias:
1. Ideas: Aquellos pensamientos que construimos y de los que somos conscientes. Las discutimos porque no nos encontramos totalmente inmersos en ellas.
2. Creencias: Aquellas ideas que tenemos tan asumidas que no existe necesidad de defenderlas. Vivimos inmersos en ellas. Son nuestra realidad y no las cuestionamos
Ortega afirma que el hombre se encuentra, cuando viene al mundo, sumergido en la circunstancias de las creencias de su época. En esa circunstancia tales creencias le han sido dadas, le impregnan. Pero el hombre "ser ignorante" ansía conocer lo que le falta y, por eso, tiende a pensar las creencias para convertirlas en ideas.
Esta lucha entre creencias e ideas se da en la historia. Y la historia no es más que la realidad radical: la vida del hombre. El concepto de vida para Ortega no es biológico, como ya vimos más arriba, sino histórico. El hombre no tiene naturaleza como las cosas, sólo tiene historia.
Con esta afirmación quiere decir que el hombre es heredero de sus antepasados, es lo que ha recibido.
Más concretamente podríamos desglosar esta afirmación en otras tres:
1. El ser del hombre consiste en su mutabilidad.
2. Esa mutabilidad se puede estudiar en la historia.
3. El hombre, por ser un animal mutable e histórico, puede aumentar o dilapidar el caudal cultural heredado de sus antepasados.
En cada momento histórico coexisten tres generaciones distintas ya que cada generación abarca un periodo de quince años: la generación emergente, la que está en plenitud y la que va desapareciendo.
Las ideas y creencias de cada una de esas generaciones -especialmente las creencias- aunque coexisten en el mismo hoy, son diferentes. Por eso los hombres de un mismo tiempo son contemporáneos, no coetáneos.
Es decir, viven el mismo tiempo pero pertenecen a generaciones distintas. Sólo son coetáneos los que pertenecen a la misma generación.
Esta coexistencia de generaciones es lo que hace que la historia pueda avanzar o retroceder.
¿Cómo avanza la historia? Ortega afirma que hay dos tipos de generaciones:
1. Las que corresponden a "épocas acumulativas". En esas épocas todas las generaciones se someten a la visión del mundo de la generación más vieja.
2. Las que corresponden a "épocas eliminatorias y polémicas". En ellas se da una lucha entre las distintas generaciones que lleva a que la visión del mundo de la generación más vieja sea sustituida por la de las más jóvenes.
Cuando no encontramos con el segundo tipo de generaciones estamos ante una "crisis histórica".
El primer paso de una crisis histórica es el abandono radical de las convicciones que se tenían instalándose así en una "época eliminatoria y polémica".
El hombre vive entonces una época de confusión y desorientación respecto al mundo. Su única convicción es no tener convicciones.
Ante esta desorientación el hombre responde, en principio, de dos maneras:
1. Retorno al pasado: Aparece como la búsqueda de coordenadas para orientarse en un mundo distinto al que se ha abandonado. Se añora una época remota a la que se idealiza.
2. Entrega frenética a la acción: El hombre ante la insuficiencia e irrealidad de ese pasado se vuelca en la acción. Se dedica a hacer por hacer porque así olvida su inseguridad.
A este fenómeno Ortega lo denomina "rebarbarización" y es el signo manifiesto de que el hombre está en crisis.
Subraya que ambas soluciones son pseudosoluciones porque intentan el retorno a algo que no puede ser resucitado y, además, toda acción debe estar siempre guiada por alguna convicción.
Así, la superación de la crisis histórica sólo se podrá dar por la instalación del hombre en nuevas convicciones que no sean simple repetición de otras anteriores. Esta tarea pertenece a una generación creadora. Con esa generación el hombre volverá a vivir de la seguridad de sus convicciones durante otra serie de "generaciones acumulativas" y hasta la próxima crisis histórica.
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